"Guardiana del vino eterno": una Vendimia desconectada del público y sin chispa
La fiesta máxima de los mendocinos no logró trasmitir ninguna emoción nueva. La música en vivo y la pasión de los artistas es lo único que salvó a un show que por momentos nadie entendió y abrió polémicas innecesarias para los tiempos que corren.
"Guardiana del vino eterno", el nombre del acto central de la Fiesta de la Vendimia profundizó una vez más la insatisfacción con la representación de la fiesta máxima de los mendocinos. Una obra desconectada, intensa, difícil de seguir que solo fue salvada por la música en vivo, un tesoro a cuidar, y los actores y bailarines que dejaron todo en el escenario.
Sin embargo hay varios puntos que atentaron contra la fiesta de la máxima de los mendocinos. Las condiciones meteorológicas (se suspendieron tres ensayos generales) y un desinterés generalizado por parte del Gobierno en promover este evento cultural, que se vio reflejado en la falta de atención hacia la vitivinicultura, los eventos tradicionales y un enfoque más marcado hacia otras actividades económicas como la minería.
Volviendo a la fiesta hubo una notable falta de creatividad en la narrativa, que se siente repetitiva, poco atractiva y con un modelo de historia que no ha cambiado en años. La crítica a la estructura de la obra, que incluye un protagonista y "salvadores", sugiere que esta fórmula se ha vuelto predecible y poco emocionante. Además, el uso excesivo de metáforas en los diálogos hizo del espectáculo más confuso y alejado al público, que en tiempos de redes necesita diálogos más directos.
A pesar de la presencia de artistas, los grandes héroes y heroínas de la fiesta, la ejecución del espectáculo careció de energía y conexión. La representación de la virgen, presentada en una pintura de acuarela pantalla, fue abstracta y poco impactante, lo que generó una desorientación en el público que buscaba a la "Patrona de los viñedos" en alguna parte del escenario y nunca apareció.
Fue un espectáculo más cercano a la danza clásica sofisticada que a un show popular y accesible. Sin embargo no está ajeno a la polémica, pues uno de los cuadros se llamó "Los hombres toman vino", que fue considerado por muchos asistentes como un desacierto justo el día internacional de la mujer. Innecesario.
Entre todos los desaciertos, hubo uno muy evidente: la incomodidad de las reinas al descender y ascender por una escalera pronunciada, sin compañía que sumó un elemento de desagrado a la experiencia general. Luego, durante el recuento de votos, las soberanas debieron moverse hacia otro lugar que desorientó todavía más a las candidatas. Con todas estas puntas abiertas, es claro que la vendimia necesita una renovación significativa en su enfoque y presentación para reconectar con su audiencia y su esencia cultural.
Si bien el espectáculo tuvo buenos cuadros visuales y la calidad musical fue alta, la selección musical en sí fue un tanto monótona. La disposición de los músicos a un costado otorgó más protagonismo, aunque la conexión con el escenario se sintió débil debido a lo abstracto de las proyecciones en pantalla.
Hubo elementos buenos, pero faltó cohesión. En general, el evento fue poco entretenido, por lo que habrá que seguir pensando cómo mejorar una historia que toda Mendoza conoce y que en 2025, en la edición 89° perdió la posibilidad de conectar con el público.