La Orquesta Filarmónica presenta un concierto junto al pianista Roberto Urbay
La agrupación mendocina interpretará obras de George Gershwin.
La Orquesta Filarmónica de Mendoza subirá a escena con un nuevo espectáculo en el Teatro Independencia.
En su tercer concierto de la temporada, la agrupación mendocina contará con la batuta de su director titular, Pablo Herrero Pondal, y la actuación del solista en piano Roberto Urbay.
En este espectáculo se interpretarán las obras de George Gershwin "Obertura Cubana", "Americano en París" y "Concierto para piano en Fa".
La función será el viernes 14 de junio, a las 21 horas, y las entradas se encuentran a la venta a través de www.entradaweb.com.ar o en la boletería del Teatro Independencia.
Sobre el director Pablo Herrero Pondal
Pablo Herrero Pondal es un director de orquesta nacido en Buenos Aires, que inició su formación en dirección orquestal bajo la guía de David del Pino Klinge, de 1994 a 1999, y continuó sus estudios de perfeccionamiento en Santiago de Chile.
En junio de 2006, debutó en la temporada de la Orquesta Nacional de Georgia (Tbilisi) y en la "Temporada del Descubrimiento" de la Orquesta Sinfónica de Chile. Obtuvo el Segundo Premio en el III Concurso Internacional "Simón Blech" (2006), llevado a cabo en Bahía Blanca, en homenaje al destacado músico argentino.
Dirigió en varias ocasiones la Orquesta Sinfónica de la Universidad Nacional de Cuyo y las orquestas sinfónicas de San Juan, Tucumán, Neuquén, Rosario, y la Sinfónica Nacional de Bolivia. Ha sido director de la Orquesta Juvenil de la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Cuyo. Dirigió las óperas Suor Angelica, de G. Puccini (2002) e I Pagliacci, de R. Leoncavallo (2003). También, de Donizzeti, Elixir d'amore (2009) y, de Mozart, La flauta mágica (2010).
Trabajó con solistas como Horacio Lavandera, Bruno Gelber, Vladimir Tsypin, Xavier Inchausti, Eliana Bayon, Luis Lima, Luis Gaeta y Verónica Cangemi, entre otros. Actualmente dirige nuestra Orquesta Filarmónica de Mendoza.
Sobre Roberto Urbay
El reconocido pianista alcanzó el título de Master of Fine Arts, especializado en pianista concertista, profesor de piano y konzertmeister en el Conservatorio Chaikovski de Moscú, una de las más altas casas de estudio musical a nivel mundial.
Entre sus maestros estuvieron Margot Rojas, Alexander Lambert, Silvio Rodríguez Cárdenas, Evgeny Mogilevsky, Harold Gramatges y Juan Piñera.
En 1973, fue ganador del Premio Uneac (Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba) y, en 1977, del Premio Especial en Música de Cámara, en la Tribuna de Jóvenes Intérpretes del Festival Interpodium de Bratislava.
Su arte interpretativo ha sido valorado en Bélgica, Rusia, República Checa, Eslovaquia, Italia, España, Albania, Alemania, Hungría, Kazajstán, Corea, Japón, Estados Unidos, Colombia, República Dominicana, Chile, Bolivia, Argentina y Cuba.
Las obras de George Gershwin
Obertura Cubana
La primera obra que Gershwin compuso bajo la influencia de su maestro Schillinger fue la Obertura Cubana, cuyo título inicial era Rumba. Como Rumba, se estrenó en agosto de 1932, en el primer concierto íntegramente de Gershwin en el Lewisohn Stadium de Nueva York ante una multitud de 18.000 personas, "Fue -dijo Gershwin más tarde- la noche más emocionante que he tenido nunca".
Gershwin preparó un breve análisis de Rumba, en el que decía: "La composición se inspiró en una breve visita a La Habana y me esforcé por combinar los ritmos cubanos con mi material temático original. El resultado es una obertura sinfónica que encarna la esencia del baile cubano". En la portada indicaba que los intérpretes de los cuatro instrumentos cubanos -claves, maracas, güiro y bongos- debían colocarse justo delante del atril de director de orquesta.
Si Gershwin hubiera vivido más de los 38 años que le fueron asignados, la Obertura Cubana podría haberse convertido en una señal en el camino hacia un estilo compositivo muy avanzado. La pieza es, a la vez, característica de Gershwin y Gershwin en tránsito. Nadie que la escuche pondrá en duda quién es el autor, pero es evidente que las huellas familiares, los ritmos contagiosos, esta vez rumba y los distintivos acordes melódicos de blues están guiados por una mano considerablemente más sofisticada y culta que la que había grabado las primeras obras sinfónico-jazzísticas.
Un americano en París
Fue en un viaje al extranjero lo que inspiró a Gershwin a trabajar en serio en un encargo que había recibido recientemente de la Filarmónica de Nueva York. Su idea para la nueva obra se consolidó mientras compraba bocinas de taxis parisinos para llevárselas a Estados Unidos: capturar el tumulto de las calles de París en música y crear una obra de concierto que no se centrara en piano.
De vuelta en Nueva York, Gershwin terminó An American in Paris, que subtituló Un poema tonal para orquesta. Un americano en París tuvo un gran éxito de público -y de Hollywood- y consagró a Gershwin como una voz original en las salas de concierto de todo el mundo, una voz que resuena hasta nuestros días.
Concierto para piano en Fa
En 1925, además de seguir satisfaciendo a un gran público que clamaba por más de sus dulces y tiernas, boyantes y alborotadas canciones que pudieran cantar, silbar y tararear, George Gershwin hizo otra incursión en los clásicos. Este, el Concierto en Fa para piano y orquesta, era una empresa aún más ambiciosa que la del año anterior, Rhapsody in Blue. Un concierto en toda regla en tres movimientos y una obra totalmente Gershwin, hasta su propia orquestación.
Los que pensaban que el supercompositor se había desintoxicado de la música "seria" se equivocaron en cierto modo. Aunque el compositor de fenomenal talento y éxito se dedicó en serio a las formas musicales serias del concierto, el poema sinfónico (American in Paris) y la ópera (Porgy and Bess), no cambió su personalidad musical por la sala de conciertos: no había doble personalidad para Gershwin. Mientras que la mayoría de los compositores estadounidenses de su época, muchos de ellos con una formación tradicional mucho más desarrollada que la suya, escribían en los estilos europeos de moda, Gershwin cultivaba su lengua materna, la única lengua vernácula estadounidense verdaderamente original: el jazz.